Las jóvenes promesas mexicanas, Joana Grisell Gómez y Víctor Hugo Amaya, conscientes del impacto de la contaminación, decidieron hacer algo al respecto y, motivados por su curiosidad, desarrollaron la idea de realizar “muros ecológicos”.

Todo inició cuando Joana empezó a preguntarse, cómo podían aprovechar todo el material inorgánico que separaban en su escuela por lo que, junto con sus compañeros del Centro Universitario México (CUM), y apoyados por el profesor Julián Náder García, del «Taller de Jóvenes en la Investigación», elaboraron “ecobloques”, es decir, ladrillos ecológicos, los cuales crearon al rellenar botellas de PET con envolturas de plástico metalizadas y, con ayuda de una sustancia a base de acetona, alumbre y fibra de coco, lograron derretir unicel, el cual –fundido– funge como mezcla para unir todos los elementos, logrando un bloque compacto y sólido.

Estos “ecobloques” fueron sometidos a pruebas en una prensa hidráulica, demostrando que son capaces de soportar una presión aproximada de 19 toneladas por metro cuadrado, mientras que un ladrillo convencional sólo soporta unas diez toneladas; otros de sus beneficios son su  ligereza y resistencia.

Ya que están diseñados para ensamblarse y formar “ecomuros”, deben ser cubiertos con yeso y recubiertos de pintura retardante de fuego, para evitar incendios, debido a la naturaleza de sus materiales.

Este proyecto los hizo merecedores de una medalla de oro, en la categoría “Diseño Ambiental” de la olimpiada Golden Climate 2015, celebrada en la ciudad de Mombasa, Kenia, ya que podría ayudar a mejorar la calidad de vida de muchas personas, y contribuir a reducir el impacto en el medio ambiente, por lo que actualmente se encuentran patentando su invención, ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).

Hagamos juntos un cambio favorable para México, apoyemos a nuestro talento mexicano, y sigamos el ejemplo que nos dejan estos jóvenes. Coméntanos en Twitter si ya conocías esta historia, que el día de hoy nos inspira.

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