La humanidad ha dejado grandes avances en el planeta, y éstos se aceleran a pasos agigantados, así como existen grandes avances, también existen grandes consecuencias, positivas y negativas. Hablando exclusivamente de los aparatos electrónicos, poco a poco se inventan o se agregan infinidad de funciones para cumplir con las satisfacciones de la gente, pero todo tiene un final, y la pregunta que nos hacemos es: ¿A dónde terminará?
Ghana es un territorio que, como en toda África, a pesar de sus carencias, cuenta con millones y millones de aparatos electrónicos –pero no para su consumo– usados, inservibles e incompletos. Dentro de esa zona se ubica un área de procesamiento tecnológico, una de las más grandes del mundo, ubicada exactamente en Agbogbloshie, cerca de Accra, la capital de Ghana. Allí se reciben cerca de cinco millones de aparatos usados cada año, equivalente a 215 mil toneladas, provenientes de estados desarrollados como Estados Unidos, Europa Occidental, Australia y China.
El simple hecho de reunir grandes cantidades de desechos electrónicos, representa un peligro para el medio ambiente, a esta situación se suma la necesidad de los habitantes para sobrevivir, que a la vez se convierte en un gran negocio, y aumentan drásticamente los niveles de contaminación.
Un ejemplo son los recolectores de metal, que aprovechan el cobre de estos aparatos, para venderlos posteriormente; para ello deben quemar el plástico que cubre los cables, liberando gran cantidad de contaminantes, mismos que recibe de inmediato el recolector, debido a que trabaja al aire libre y sin protección alguna. La gran mayoría de los que laboran por este campo infinito, son niños y jóvenes, que laboran en el lugar, con el fin de ganar de un poco de dinero para comer y mantenerse, además, conforme pasa el tiempo, el territorio se expande, absorbiendo a otras colonias pequeñas.
¿Pero, qué dicen los gobiernos y las organizaciones al respecto? Muy poco. Solamente el acuerdo de la Convención de Basilea, donde se prohíbe el traslado transfronterizo de desechos. A pesar del acuerdo, los países saben que recolectar millones de aparatos en desuso, es peligroso, por eso deciden “donar” los aparatos a países subdesarrollados, como productos de segundo uso; la mayoría de ellos llegan inservibles, y por tanto, se van al basurero.
Por otra parte, el gobierno de Ghana no cuenta con una regulación o prohibición para recibir desechos tóxicos; para miles de personas que han llegado de todas partes del país, clausurar el lugar representaría perder su principal fuente de ingresos, aun sabiendo los riesgos y la enfermedades a las que se exponen, y las empresas, que finalmente son las que pagan por el metal obtenido de los aparatos, también se verían afectadas, en consecuencia, el basurero sigue su ritmo, como de costumbre.
Con el avance de la tecnología, parece que la situación no solo seguirá igual, sino aumentará, y los gobiernos deberán hacer algo al respecto, ya que los principales afectados en esta historia son los pobladores, y el medio ambiente, con la generación de residuos y gases tóxicos. Ojalá se den cuenta a tiempo, porque de lo contrario, las consecuencias serían más graves de lo que son ahora.