Fue a mediados del siglo XVIII cuando la humanidad empezó a utilizar el carbón como fuente de energía. La máquina de vapor inventada por James Watt daría pie a la revolución industrial. Las locomotoras eran capaces de hacer lo que docenas de caballos usando el carbón extraído por la minería.
Posteriormente sería Thomas Eddison quien idearía el primer generador de energía eléctrica a base de carbón. Eddison construyó una planta eléctrica en Nueva York en 1880. El carbón se convirtió en la base del transporte y la electricidad, y hasta el día de hoy continúa siéndolo.
El avance tecnológico que representan las energías fósiles es innegable, muchas de las cosas que damos hoy por dadas como la calefacción o el transporte público no existirían sin estos inventos. Sin embargo, es el carbón utilizado para electricidad y ahora la gasolina de los vehículos los responsables de la gran mayoría de emisiones de gases invernadero en el planeta.
Las alertas por parte de organismos internacionales, activistas ambientales y la comunidad científica están encendidas. Si no se disminuye el drástico crecimiento de las energías fósiles, la vida en el planeta está en máximo peligro. El delicado equilibrio de los ecosistemas no es compatible con la quema de combustibles.
Aún con estas advertencias, el uso de combustibles fósiles no ha parado en los últimos años, por el contrario, se espera que siga creciendo. Según un informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA) el uso de energías combustibles ha crecido en un 1% desde el 2010. Durante 2020 y la caída de los precios del petróleo hubo una disminución, pero la Agencia predice un aumento del 2.0% en 2021.
El escenario en torno al uso de combustibles fósiles es realmente complejo, La infraestructura de los medios de transporte, las ciudades y el comercio internacional está basada en el uso de estos recursos y es una tarea monumental cambiarlo. Sin embargo, los intereses económicos no valen de nada si no tenemos un planeta en el cual vivir.
Fuentes:
Pensemos Verde 